Una estrella Fugaz en lo alto del Cielo...

sábado, 19 de febrero de 2011

Only love is real [01/¿?]

Pareja: MinJae, ChangMin & JaeJoong
Género: AU, Romance, Angst, Psicología
Rating: PG-13
Nota: Esta historia es una adaptación del libro “Only love is real” del autor Brian Weiss. La historia no me pertenece, pero es tan linda que quise adaptarla a un MinJae…

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Sabed, por tanto, que del silencio más inmenso regresaré. […] No olvidéis que volveré junto a vosotros. […] unos momentos más, un instante de reposo en el viento, y otra mujer me concebirá.

Kahlil Gibran


Hay alguien especial para cada uno de nosotros. A menudo, no están destinados dos, tres y hasta cuatro seres. Pertenecen a distintas generaciones y viajan a través de los mares, del tiempo y de las inmensidades celestiales para encontrarse de nuevo con nosotros. Proceden del otro lado del cielo. Su aspecto es diferente, pero nuestro corazón los reconoce, porque los ha amado en los desiertos de Egipto iluminados por la luna y en las antiguas murallas de Mongolia. Con ellos hemos cabalgado en remotos ejércitos de guerreros y convivido en las cuevas cubiertas de arena de la Antigüedad. Estamos unidos a ellos por los vínculos de la eternidad y nunca nos abandonarán.

Es posible que nuestra mente diga: « Yo no te conozco.» Pero el corazón sí lo conoce.

Él o ella nos cogen de la mano por primera vez y el recuerdo de ese contacto transciende el tiempo y sacude cada uno de los átomos de nuestro ser. Nos miran a los ojos y vemos a un alma gemela a través de los siglos. El corazón nos da un vuelco. Se nos pone la piel de gallina. En ese momento todo lo demás pierde importancia.

Puede que no nos reconozcan a pesar de que finalmente nos hayamos encontrado otra vez, aunque nosotros sí sepamos quiénes son. Sentimos el vínculo que nos une. En cambio, él o ella no lo ve. Sus temores, su intelecto y sus problemas forman un velo que cubre los ojos de su corazón, y no nos permite que se lo retiremos. Sufrimos y nos lamentamos mientras el individuo en cuestión sigue su camino. Tal es la fragilidad del destino.

La pasión que surge del mutuo reconocimiento supera la intensidad de cualquier erupción volcánica, y se libera una tremenda energía.

Podemos reconocer a nuestra alma gemela de un modo inmediato, nos invade de repente un sentimiento de familiaridad, sentimos que ya conocemos profundamente a esta persona, a un nivel que rebasa los límites de la conciencia, con una profundidad que normalmente está reservada para los miembros más íntimos de la familia. O incluso más profundamente. De una forma intuitiva, sabemos qué decir y cuál será su reacción. Sentimos una necesidad y una confianza enormes, que no se adquiere en días, semanas o meses.

Pero el reconocimiento se da casi siempre de un modo lento y sutil. La conciencia ilumina a medida que el velo se va descorriendo. No todo el mundo está preparado para percatarse al instante. Hay que esperar el momento adecuado, y la persona que se da cuenta primero tiene que ser paciente.

Gracias a una mirada, un suelo, un recuerdo o un sentimiento podemos llegar a reconocer a un alma gemela. Sus manos nos rozan o sus labios nos besan, y nuestra alma recobra vida súbitamente. El contacto que nos despierta tal vez sea el de un hijo, hermano, pariente o amigo íntimo. O puede tratarse de nuestro ser amado que, a través de los siglos, llega a nosotros y nos besa de nuevo para recordarnos que permaneceremos siempre juntos. Hasta la eternidad.

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Siempre había tenido la sensación de que mi vida, tal como la viví, era una historia sin principio ni final. Me sentía como un fragmento histórico, un pasaje aislado, al que no precede ni sigue ningún texto. Podía imaginarme perfectamente que tal vez había vivido en siglos anteriores y me había hecho preguntas que todavía no era capaz de responder; que tenía que volver a nacer porque no había cumplido la tarea que se me había asignado.

Carl Jung


JaeJoong era un chico atractivo, alto y delgado, rubio y mirada triste. Cuando se sentó con aire inquieto en el sillón abatible de piel de color blanco de mi despacho, advertí que sus melancólicos ojos cafés, salpicados de motas de color negro, desmentían la impresión de severidad que causaba su estricto y holgado traje de chaqueta azul marino. JaeJoong, tras haber leído Muchas vidas, muchos maestros e identificarse en muchos aspectos con Jin-seo, la heroína del libro, sintió la necesidad de visitarme en busca de aliento.

- No acabo de entender por qué has venido a verme – le comenté para romper el hielo.

Había echado un vistazo a su historial. A los pacientes nuevos les hago rellenar un impreso: nombre, edad, antecedentes familiares, principales enfermedades y síntomas. Las afecciones más importantes de JaeJoong eran la aflicción, la angustia y el insomnio. A medida que iba hablando, añadí mentalmente a su lista las relacionales personales.

- Mi vida es un caos – declaró.

Su historia empezó a salir a borbotones, como si por fin se sintiera seguro para hablar de estas cosas. La liberación de una presión encerrada en su interior era palpable. A pesar de lo dramática que era su vida y de la profundidad de las emociones que se ocultaban detrás de los que decía. JaeJoong trató enseguida de restarle importancia.

- Mi vida no es ni mucho menos tan dramática como la de Jin-seo – dijo – nadie escribiría un libro sobre mí.

Dramática o no, su historia seguía su curso. JaeJoong era un hombre de negocios que dirigía una floreciente empresa de contabilidad en Seúl. Tenía veinticinco años, y se había criado en Taebaek del lado occidental, en un ambiente rural, rodeado de animales en una enorme granja, junto a sus padres y su hermano mayor. Su padre era un trabajador nato, de carácter estoico. Le resultaba muy difícil expresar sus sentimientos. Cuando mostraba alguna emoción, solía ser la furia y la rabia. Perdía el control y se desahogaba bruscamente con su familia; incluso había pegado alguna vez a su hijo mayor. A JaeJoong le reprendía sólo verbalmente, pero él se sentía muy herido.

Todavía llevaba en su corazón aquella herida de la infancia. Los reproches y críticas de su padre habían dañado la imagen que tenía de sí mismo y un profundo dolor atenazaba su corazón. Estaba opacada y se sentía inferior, y le preocupaba que los demás, las mujeres en particular, se dieran cuenta de sus defectos.

Afortunadamente, los arrebatos de su padre no eran frecuentes; además solía encerrarse en su caparazón con la frialdad y el estoicismo que caracterizaban su conducta y su personalidad.

La madre de JaeJoong era una mujer independiente y progresista. Fomentaba la confianza de JaeJoong en sí mismo y al mismo tiempo lo cuidaba con afecto. La época y los hijos hicieron que permaneciera en la granja y aguantara, no sin reproches, la severidad y el retraimiento emocional de su marido.

- Mi madre era una santa – continuó explicando JaeJoong – Siempre estaba allí, cuidándonos, sacrificándose por sus hijos.

JaeJoong, el pequeño, era el preferido de su madre. Tenía muy buenos recuerdos de su niñez. Los momentos más tiernos eran aquellos en los que se había sentido más cerca de su madre. Aquel amor tan especial los unía y no cesó con el paso de los años. JaeJoong creció, terminó la escuela y se fue a Seúl a estudiar en la Universidad gracias a una generosa beca. Para él Seúl representaba una exótica aventura, y ejercía una gran atracción sobre él. A su madre le entusiasmaban las aventuras de JaeJoong. Eran amigos íntimos y, aunque se comunicaban principalmente por correo y por teléfono, su relación seguía siendo sólida. Las vacaciones eran épocas de gran felicidad, pues JaeJoong casi nunca se perdía la oportunidad de volver a casa.

En alguna de estas visitas, su madre mencionó la posibilidad de retirarse a Seúl en el futuro para así estar cerca de su hijo. La granja era grande y cada vez resultaba más difícil mantenerla. La familia había ahorrado una buena cantidad de dinero que aumentaba gracias a la sobriedad del padre. JaeJoong estaba deseando vivir cerca de su madre otra vez; de esa forma sus conversaciones, casi diarias, ya no tendrían que ser telefónicas.

JaeJoong decidió quedarse en Seúl tras terminas los estudios. Creó su propia empresa y la fue afianzando poco a poco. La competencia era feroz y el trabajo absorbía buena parte de su tiempo. Las relaciones con las mujeres no hacían más que aumentar su estrés.

Aproximadamente ocho meses antes de que viniera a verme, JaeJoong se hundió en la tristeza a causa de la muerte de su madre, provocada por un cáncer de páncreas. Sentía como si su corazón se hubiera roto en mil pedazos, como si se lo hubieran arrancado. Estaba atravesando un período de profundo dolor. No conseguía aceptar la muerte de su madre, no entendía por qué había tenido que ocurrir. Angustiado, me explicó cuánto había luchado su madre contra aquel cáncer virulento que estaba devastando su cuerpo. Sin embargo, su espíritu y su amor permanecieron intactos. Ambos sintieron una profunda tristeza. La separación física era inevitable y se acercaba lenta pero inexorablemente. El padre de JaeJoong, quien lloraba ya la pérdida, todavía se distanció más de la familia y se encerró en su soledad. Su hermano, que vivía en Suwon con su familia, acababa de cambiar de trabajo y estaba alejado de ellos. JaeJoong, por su parte, viajaba a Taebaek siempre que podía.

No tenía a nadie con quien compartir sus miedos y su aflicción. No quería ser una carga para su agónica madre. Se reservaba sus penas para él y por consiguiente se sentía cada vez más apesadumbrado.

- Voy a echarte tanto de menos…. Te quiero – le decía su madre – para mí, lo más doloroso es abandonarte. No tengo miedo a morir. No temo lo que me espera. Simplemente no quiero dejarte todavía.

A medida que su salud se iba debilitando, su firme propósito de sobrevivir perdía fuerza. Sólo la muerte podría liberarla de la agonía y el sufrimiento. Finalmente llegó el día.
La madre de JaeJoong se hallaba en una pequeña habitación del hospital, rodeada de su familia y sus amigos. Empezaba a respirar con dificultad. La sonda ya no drenaba; sus riñones habían dejado de funcionar. Iba alternando entre la consciencia y la inconsciencia. En un momento en que JaeJoong se encontró a solas con su madre, ésta abrió ligeramente los ojos en un instante de consciencia.

- No te abandonaré – le dijo de repente con la voz firme - ¡Siempre te querré!

Aquéllas fueron las últimas palabras que JaeJoong oyó pronunciar a su madre, que enseguida entró en coma. Su respiración era cada vez más entrecortada, interrumpida por largos silencios, hasta que de pronto se iniciaron los estertores de la agonía.

No tardó en morirse. JaeJoong sintió un vacio inmenso en su corazón y en su vida. Incluso sentía un dolor físico en el pecho. Tenía la sensación de que siempre iba a faltar algo. Lloró durante meses.
Añoraba las frecuentes conversaciones telefónicas con su madre. Intentó comunicarse con su padre más a menudo, pero él seguía tan introvertido como siempre y nunca tenía mucho que decir. Podía pasarse uno o dos minutos sin pronunciar palabra junto al auricular del teléfono. No era capaz de animar a su hija. Él también sufría, y eso le hacía aislarse todavía más. Su hermano, que vivía en Suwon con su esposa y sus dos hijos pequeños, también se sentía muy afligido por la pérdida, pero tenía que ocuparse de su familia y su trabajo.

El sufrimiento de JaeJoong desembocó en una depresión con unos síntomas cada vez más graves. Le costaba mucho dormir. Le resultaba difícil conciliar el sueño; se despertaba demasiado temprano por la mañana y era incapaz de volver a dormirse. Perdió el apetito y empezó a adelgazar. Su energía había disminuido notablemente. Ya no tenía interés por las amistades y su capacidad de concentración era cada vez menor.

Antes de la muerte de su madre, la ansiedad de JaeJoong se relacionaba principalmente con el trabajo: plazos de entrega y decisiones de responsabilidad. A veces también lo angustiaba la relación con las mujeres; no sabía cómo actuar ni cómo responderían ellas.

Sin embargo, el nivel de ansiedad de JaeJoong aumentó espectacularmente tras la muerte de su madre. Había perdido a su confidente, consejera y amiga más íntima. Ya no podía contar con su principal apoyo y punto de referencia. Se sentía desorientado, solo y perdido.

Me llamó para pedir hora de visita. Vino a verme con la intención de averiguar si en una vida anterior había estado junto a su madre o para intentar comunicarse con ella a través de alguna experiencia mística. En algunas conferencias y publicaciones yo había hablado de las perdonas que, en un estado de meditación, habían tenido estos encuentros místicos con seres queridos. JaeJoong había leído mi primer libro y sabía que se podía tener este tipo de experiencias.

A medida que la gente va aceptando que es posible, incluso probable, que la conciencia siga existiendo después de abandonar el cuerpo, empieza a vivir cada vez más este tipo de experiencias místicas en los sueños y en otros estados de alteración de la conciencia. Es difícil decir si estos encuentro son reales o no. Pero lo que parece evidente es que son intensos y muy emotivos. A veces la persona incluso recibe información concreta, hechos o detalles que sólo eran conocidos por los difuntos. Estas revelaciones que se producen durante los encuentros espirituales no pueden atribuirse únicamente a la imaginación. Ahora estoy convencido de que se obtienen estos nuevos conocimientos y tienen lugar estos encuentros no porque las personas deseen o necesiten que esto ocurra, sino porque simplemente así es como se establecen los contactos.

Los mensajes suelen ser muy parecidos, especialmente en los sueños: «Estoy bien. Me siento perfectamente. Cuídate. Te quiero.»
JaeJoong deseaba ponerse en contacto con su madre. Necesitaba algún tipo de bálsamo para aliviar su continuo dolor.

Durante la primera sesión descubrí nuevos aspectos de su vida. Había estado casado por poco tiempo con una contratista local que tenía dos hijos de su primer matrimonio. Era una buena persona y, a pesar de no estar locamente enamorado de ella, él pensó que aquella unión podía proporcionar cierta estabilidad a su vida. Sin embargo, la pasión conyugal no se crea artificialmente. Puede haber respeto y compasión, pero la química entre los dos tiene que existir desde el principio. Cuando JaeJoong descubrió que su esposa mantenía relaciones con otro hombre por el que sentía más pasión y entusiasmo rompió con ella a regañadientes. Lamentó mucho la ruptura y el hecho de separarse de los niños, pero no sufrió por el divorcio. La pérdida de su madre fue mucho más grave para él.

JaeJoong era guapo, y por ello resultó fácil establecer relaciones con otras mujeres después de su divorcio, pero tampoco éstas se caracterizaron por la pasión. Empezó a dudar de sí mismo y a preguntarse qué había en él que lo incapacitara para establecer nuevas relaciones con las mujeres. «¿Qué hay de malo en mí?», se preguntaba constantemente. Las dudas iban mellando su autoestima.

Las mordaces y dolorosas críticas que su padre le había dirigido durante su infancia le habían causado unas heridas psicológicas que volvían a abrirse con cada fracaso en sus relaciones con las mujeres.
JaeJoong empezó a salir con una profesora de una universidad cercana, pero ésta no quiso comprometerse con él debido a sus propios temores. Aunque en su relación había muchas ternura y comprensión, y a pesar de que se entendían bastante bien, la incapacidad de ella para comprometerse y confiar en sus propios sentimientos condenó la relación en un final desabrido e insustancial.

Unos meses después, JaeJoong conoció a una próspera banquera con quien inició una nueva relación. Él se sentía seguro y protegido, aunque, una vez más, no había mucha química entre ellos. Sin embargo ella, que se sentía muy atraída por JaeJoong, se enfadaba mucho y sentía celos cuando él no le correspondía con la energía y el entusiasmo que ella esperaba. Empezó a beber, y su actitud se fue volviendo cada vez más agresiva. JaeJoong también puso fin a esta relación.

Poco a poco había ido perdiendo la esperanza de encontrar a una mujer con quien pudiera establecer una relación íntima y satisfactoria.
Se sumergió totalmente en su trabajo, amplió su empresa y se recluyó entre números, cálculos y papeles. Su vida social se reducía básicamente a los compañeros de trabajo. Si de vez en cuando una mujer le proponía salir, siempre se las arreglaba para que ella perdiera el interés antes de que surgiera algo importante entre ellos.

JaeJoong era consciente de que se estaba haciendo mayor, pero todavía tenía la esperanza de que algún día encontraría a la mujer perfecta. De todas formas, había perdido mucha confianza.

La primera sesión, dedicada a recoger información sobre su vida, a establecer un diagnóstico y un informe terapéutico y a plantar las semillas de la confianza en nuestra relación, había terminado. El hielo se había roto. Por el omento, decidí no recetarle Prozac ni ninguna otra clase de antidepresivos. Mi objetivo era curarlo, no enmascarar los síntomas.
En la siguiente sesión, una semana más tarde iniciaría el arduo viaje retrospectivo hacia el pasado.


Siguiente :D

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